Carolo llegó a casa con la enorme necesidad de comprar ropa. Es que quería invitar a Margarita a un restaurante y no podía ir con la misma ropa de siempre. Así que llamó a María Elena y allá fueron.
Su cuerpo además está cambiando y ya no le va la ropa que usaba antes... y hablando de cuerpos cambiantes: hay que hacer algo con esta flojera...
Carolo ya no tiene tanta grasa, pero ahora parece un globo desinflado. En estos días se decidirá seguro por comprar algún artilugio gimnástico para tener a mano en su hogar.
Al otro día fue al festival del romance con María Elena y se le ocurrió preguntar por su vida amorosa...
¡Ay! ¿¡Para qué habrá preguntado!? ¡Se le fue todo el buen humor de golpe! Tan mal se puso que se encerró en un baño público y dejó que María Elena volviera sola a casa...
¿Acaso era cierto lo que estaba viviendo con Margarita? ¿Ella de verdad lo quería?...
Cuando finalmente salió del baño, se decidió a llamar a la esteticista y al cirujano de una buena vez.
Esta vez ella le dio el visto bueno para el tratamiento para el acné, ya que las cremas habían cumplido con su cometido y el cirujano a su vez le sugirió seguir con los párpados, para cambiar esa expresión tan triste que no ayudaba en lo más mínimo a levantar su autoestima.
Carolo gastó muchos simoleones en estos cambios y de pronto se dio cuenta de que no era prudente. Pensó en sus posibilidades y recordó las fresas, así que comenzó a buscar en internet una forma de explotar mejor su producción... ¡y descubrió que con un simple injerto podría generar una nueva fruta que se vende a muy buen precio en el mercado! En ese mismo momento se puso a investigar sobre los injertos... y en pleno estudio tuvo un ataque de tristeza... ¡Cuánta ciclotimia, Carolo! ¿Cómo es que la jardinería puede ponerte así?
Decidió dormir un rato para no pensar, y al levantarse fue en busca de lo que necesitaba para mejorar su jardín. Nada como trabajar con la tierra para relajarse y ponerse de buen humor.
El último ascenso le exigía trabajar sólo 3 días a la semana, así que tenía suficiente tiempo para hacer de todo un poco, por ejemplo, ir a alguna fiesta... ¡pero no esperaba encontrar ahí a Margarita rodeada de hombres!
Margarita esta vez decidió dejarle en claro que no le gustaba su desconfianza y Carolo tuvo que comerse sus miedos para no arruinar todo en ese mismo momento. Sus celos le jugaban una mala pasada detrás de otra, debía tener cuidado.
Pero un rato después, la pasión les ganaba y se dejaban llevar por la noche, la música... y las hormonas.
Quizás no fue la mejor elección para una primera vez, pero ¿quién puede controlar un fuego contenido por tantos años?
En aquel arbusto, entre los setos firmes e intrigantes, quedará una historia de pasión contada al aire calmo de la noche, con un sol naciente de testigo y nadie más.
Y como es costumbre, después de eso Margarita huyó risueña y cómplice, dejando un Carolo apenas firme sobre sus piernas con la incertidumbre de poder regresar a casa antes de desmayarse del cansancio.
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