Paola Edith - Capítulo 6: Cumpleaños feliz


Capítulo 6 

Cumpleaños feliz




Miércoles 30 de diciembre, 8PM


Querido diario:

El jueves pasado se cumplió un año de la partida de la abuela, un evento que lógicamente opacó mi acto de graduación de secundaria, el martes anterior. Al momento de recibir mi diploma y no tener ningún familiar a quien mostrárselo con orgullo, volví a sentirme tan sola y desamparada como el día de su muerte, y me pesaron mucho las miradas lastimeras de los profesores y el resto de los presentes. Hubiera preferido que vieran lo capaz que he sido de seguir adelante, ver sus sonrisas de apoyo, que todos se convirtieran de pronto en la familia que no tengo, pero supongo que sentir lástima por mí es lo más natural.

Ese día llegué a casa devastada, y me fui a dormir con apenas un vaso de leche en el estómago. Me desperté ya de noche y con las tripas revueltas por el hambre.
Es increíble como la opinión de otros puede lograr que en un segundo comiences a dudar de ti misma, incluso siendo personas no demasiado cercanas. Mientras cocinaba le estuve dando vueltas al asunto, pensando en por qué me importaba tanto que otros se sintieran orgullosos de mí.


No llegué a una conclusión clara aquel día, quizás simplemente porque mi cabeza me exigió que olvidara el asunto en favor de mi salud mental. También mi estómago hizo su parte haciendo que la comida me cayera fatal.
Volví a la cama después de una extensa ducha, y luego de un miércoles rutinario y un jueves de llantos y silencios, finalmente el viernes recuperé la cordura. Justo a tiempo para empezar a hacerme a la idea de que pronto cumpliría mis 18.

Nací un 29 de diciembre. Mi abuela me contó que ese día llovía a cántaros y que mi madre estaba sola en casa cuando empezó con los dolores de parto. Mi padre estaba de viaje, había pedido unos días de licencia por mi inminente llegada, pero me adelanté, no lo esperé. Para cuando llegó yo ya estaba en brazos de mi madre, ambas en nuestra casa y ya recuperadas de mi complicada llegada al mundo: estaba asfixiándome con mi cordón umbilical. El obstetra dijo que en buena hora había pedido nacer, porque podría haber sido fatal.
Supongo que esa anécdota también es parte de lo que me empuja a intentar que cada día valga la pena, y por eso el sábado, pensando en lo agradecida que debería estar de poder cumplir 18 años y en lo orgullosa de mi misma que debería sentirme, me atreví a llamar a Akira para invitarlo a salir y confesarle lo que siento de una vez.


Dejé que él eligiera el lugar, y me llevó a un bar muy agradable. No voy a negar que me moría de nervios, pero a la vez tenía la necesidad de arriesgarme, de cambiar las cosas, de dar un paso al frente, así que bebí bastante para distenderme y tomar coraje, lo que me llevó incluso a cantar y tocar la guitarra para él y todos los presentes.
No sé coquetear muy bien, creo que fui algo cliché intentando dejar en claro mis intenciones, pero estaba segura de que no haría falta demasiado porque las de él siempre han sido muy claras. Así que a mitad de la cita, mientras fingíamos un baile al ritmo del karaoke de un señor que desafinaba bastante, me atreví a robarle un beso.


Mi primer beso, a punto de cumplir 18 años… y me siento como de 14 escribiéndolo en mi diario íntimo. ¿Pero sabes qué? No me arrepiento de haber esperado, porque aquel no fue un simple beso de atracción de adolescentes, sino un beso esperanzado, un salto al vacío, una explosión creadora de un universo nuevo dentro de mi pecho.
Inexperta como soy, dejé que él me guiara, y me refugié en sus labios hasta olvidarme del tiempo, del dolor, de todos mis miedos.


El lunes desperté con la misma sonrisa que me acompaña desde aquella noche. Podría apostar a que los ojos me brillan como en los dibujos animados. Fui a trabajar con las energías renovadas y ni siquiera me molestó que mi jefe haya encontrado la vieja cafetera imposible de limpiar. Se ve que no la escondí muy bien... 
Al volver del trabajo, luego de una ducha y unas tortitas que creí merecer, llamé a Judit para consultar las fechas de las presentaciones para el puesto en la compañía, y me dijo que probablemente estuvieran expuestas en un afiche fuera del teatro. Me ofreció consultarle a Jhonny o a Joaquín, pero preferí ir hasta allí para caminar un poco.

El Teatro-Café Cenegal es un sitio precioso… En él funciona también un bar, y aunque suele estar bloqueado el paso al escenario los días que no hay función, quise dar una vuelta por los camerinos para soñar un poco. El cuidador fue muy amable al permitírmelo y me acompañó a conocerlo por dentro.






Fue intenso el deseo de ser la estrella de ese escenario al estar allí. Valdrá la pena cada hora no dormida por prepararme para la presentación. 
Volví a casa pensando en el futuro. De pronto, entre Akira y el teatro, había logrado quitarme por completo el peso de las tragedias que marcaban mi presente.


El martes (ayer) recibí una llamada de Miko citándome al atardecer en los acantilados para una pequeña celebración por mi cumpleaños. La verdad es que me salvó la vida, porque no soy muy buena haciendo pasteles y no había nada en mi nevera para convidar a quien viniera a saludar.
¡Qué sitio tan hermoso! Aún más rodeada de las personas que nunca me han dejado sola.

Hoy sé que sí tengo una familia.









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