"No eres feo, eres pobre" - Capítulo 12: Semillas inoportunas

Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero la verdad es que si uno no aprovecha ese tiempo para madurar, no se sana nunca. No es el tiempo, es uno mismo quien comprende y crece. Puede suceder en unas horas o en 20 años. En el caso de Carolo, todo indicaba que no iba a suceder nunca.
Si bien su aspecto había mejorado bastante y su humor era bueno, aún sangraba por la herida que Margarita le había dejado al dudar de su amor después de todo lo que estaba haciendo por ella, sin contar el hecho de que se hubiese refugiado en brazos de su ex... Así que, finalmente, fue ella la que decidió llamar, porque si fuese por Carolo, esta historia se terminaba acá nomás.
Carolo tuvo un leve infarto al ver el número de Margarita en la pantalla de su celular y sintió un fuerte impulso de responder con un "¡Te amo! ¡Por favor, volvé!" sin ni siquiera decir "Hola", pero su orgullo lo guió hacia otra estrategia, una que lo ponía en un lugar de víctima, una víctima a la espera de un beso cargado de disculpas, pero víctima al fin. Del otro lado del teléfono, Margarita simplemente dijo "Hola. Estoy en Newcrest. Necesito que hablemos", en un tono más preocupado que triste. Carolo supuso que se debía a lo acontecido recientemente entre Milena y El Señor de las Fotos, de lo que se había enterado todo el barrio por cierto, quizás solo hablarían de eso y dejarían para otro momento sus propios conflictos. En un tono despreocupado, como quien tiene un día normal y nada puede descarrilarlo, Carolo la cita en el restó donde tantas veces habían desayunado, quizás como una jugada camuflada para remover recuerdos y causar alboroto en su cabeza.
Margarita casi no lo reconoció. Ya casi nada quedaba de aquel Carolo desgarbado que había conocido tiempo atrás. Frente a ella había un hombre prolijo, elegantemente casual aunque suene contradictorio, atlético y saludable. Y contra todos los pronósticos no corrió a sus brazos para pedirle disculpas, sino que simplemente sonrió y se deshizo en felicitaciones y halagos. Nada de contacto físico, excepto por aquella casual mano en el hombro.
Carolo pensó que tal vez ella esperaba una disculpa de su parte o que realmente no hablarían de ellos esa mañana. Pero decidió esperar.
Al sentarse a la mesa y habiendo ordenado, Margarita dijo: 
Supongo que ya te habrás enterado que Milena y El Señor de las Fotos se separaron. Por eso vine. Voy a mudarme con Milena para ayudarla con el bebé.
Si, también supe que él se mudó con Santiago. Parece que finalmente decidieron hacer pública su relación —continuó Carolo—. La verdad no sé qué pensar, me siento muy mal por ella. Qué bueno que hayas decidido acompañarla.
Sí, es mejor que no esté sola. Además la ciudad no me sienta bien, no me gustó tener que volver, estaba muy feliz en Newcrest...
En este punto, Carolo sintió unas tremendas ganas de gritarle "Estoy seguro de que tu estadía con tu ex no ha sido del todo un desastre", pero decidió comer tres bocados seguidos de aquel extraño postre experimental para evitarlo.
Entonces Margarita dijo: 
Carolo, Javier y yo...
Carolo comenzó a toser descontroladamente. Una semilla del postre ¿frutal? había errado su camino. Por suerte pudo expulsarla antes de que alguien tuviera que practicarle la Maniobra de Heimlich.
Margarita creyó que era mejor no hablar de eso en ese momento.
Unos minutos después, cuando todo se normalizó, junto al último sorbo de su té, soltó la oración que tanto estaba elaborando:
Carolo, yo sí te amo —dijo— y nunca te pedí que cambiaras por mí.
Carolo se quedó mudo viéndola mirar ese punto fijo en su taza de té vacía. Sus palabras hicieron un ruido fuerte en su cabeza y rompieron algo. ¿Acaso era él quien estaba equivocado?
Margarita continuó: 
Es injusto que me pidas algo a cambio si decís amarme. Y también fui injusta yo al exigirte ayuda en nombre de tu amor. Creo que deberíamos almorzar juntos mañana y hablar sobre lo que nos pasa. ¿Estas de acuerdo?
Carolo asintió, le dedicó una tenue sonrisa y dijo "Me alegra que estés de vuelta", mientras tímidamente se animaba a tomar su mano.
Margarita también le sonrió.
Al despedirse, sólo se miraron fijamente sin decir una palabra.

Carolo llegó a casa un poco confundido. Tenía sentimientos encontrados con respecto a Margarita. Por un lado quería gritarle que jamás le perdonaría haber vuelto a vivir con su ex, y por el otro sentía que él había sido el culpable de que ella hubiera tomado esa decisión en aquel momento. Si bien Margarita no le había confirmado nada, parecía muy obvio que ella había retomado su relación con Javier.
Más tarde, luego de una extensa sesión de gimnasio y mientras descansaba viendo algo en el canal cívico, Carolo finalmente tomó la decisión de no dejar escapar otra vez a Margarita. 



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