Introducción
Carolo Miguel García nació un 31 de octubre, y el médico no pudo evitar reírse por eso. Era tan feo que parecía un chiste que haya nacido justo en Halloween.
De pequeño no tuvo muchos amigos más que su perro Flufy y su gata Carlota. Nadie quería jugar con él en el colegio, y si le hablaban era solo para burlarse de su fealdad. Por supuesto también era tildado de tonto; quién sabe por qué la sociedad tiende a asociar ciertas características. Yo creo que es simple inmadurez e ignorancia, pero al Carolo niño no se le ocurrió esa posibilidad en aquel momento (ni mucho después), así que lo sufrió entonces y lo sufre hasta ahora.
En la adolescencia se enamoró perdidamente de Margarita, pero creyó que ella jamás lo miraría portando esa fealdad, así que la amó en silencio, y eso también perdura hasta hoy...
Capítulo 1: Actitud
El barrio de Newcrest acaba de abrirse y de a poco va recibiendo nuevas familias llenas de ilusiones. Han llegado esta semana 5 familias, y entre ellas está Carolo. «Casa nueva, vida nueva», pensó al huir de su antiguo barrio, y de verdad deseaba que las cosas fueran diferentes de una vez por todas.
La idea de ser pionero en Newcrest se oía bastante bien, quizás allí podría olvidar todo lo vivido hasta el momento y reinventarse. O, en el peor de los casos, desaparecer y tener una vida extremadamente solitaria, lo cual tampoco se oía mal si con eso evitaría seguir escuchando a su paso comentarios del tipo "pobre hombre, qué feo es".
Unas horas después de haberse mudado, golpean a su puerta los nuevo vecinos para darle la bienvenida. Dudó en responder. Las posibilidades de convertirse en "el tonto feo" de Newcrest estaban ahí; ¿quizás podría ignorarlos y convertirse en un ermitaño misterioso? No era mala idea, pero ¿y si eran buena gente? ¿Si al fin conociera a alguien que ignorara su fealdad? No podía dejar pasar la oportunidad.
Abrió la puerta hecho un manojo de nervios y con una tímida sonrisa los invitó a pasar.
Carolo prepara algo de comer para ellos y no se percata de que alguien más ha entrado a su casa...
«¿Es...es ella?... ¿De verdad es ella?» piensa, y se acerca temeroso e incrédulo a cerciorarse.
—Creo que fuimos compañeros de colegio, ¿te acuerdas de mí? Carolo García, bueno, el tonto feo de la clase según todos... ¿Ves esta foto? Aquí estamos en nuestro acto de fin de curso... yo soy el que está llorando —dice Carolo, un poco tímido.
—¡Oh! ¡Carolo! ¡Claro que sí! ¡Ahora recuerdo! ¡Cuántos años sin verte! —exclama Margarita— ¿Qué es de tu vida? ¿Qué has hecho en estos años?
Carolo y Margarita —sí, la misma Margarita a la que amó en silencio todos estos años y que casualmente se ha mudado también a Newcrest— tienen una larga charla respecto a sus vidas. Ella le cuenta que ahora vive con Santiago, intentando ahorrar en gastos para poder tener su propio restaurante, y Carolo, que siente que no tiene nada interesante que contar, no puede dejar de ver sus ojos hipnóticos, mientras hace un esfuerzo sobrehumano para no hacerle notar a Margarita lo feliz que está por volver a verla.
Parece que Margarita sigue siendo la chica risueña que siempre fue, se la ve feliz.
El tiempo de la visita transcurre tranquilo, los vecinos son geniales y Carolo se siente muy cómodo con ellos... excepto con Santiago, por una lógica razón.
Luego de una amena charla todos se despiden de él y Carolo se dispone a limpiar la casa... ¡Aaaahhh!, el placer del desorden creado por amistades en momentos agradables... a nadie le molesta ordenar ese tipo de desastres, menos a Carolo después de tantos años de soledad.
¡Carolo está feliz! Aunque no se le da bien permanecer en ese estado mucho tiempo...
Esa misma noche, al cepillarse los dientes, Carolo cae en la terrible realidad de saberse todavía enamorado de Margarita. Creía que los años iban a apagar esa llama sin sentido, pero al volver a verla sus rodillas temblaron como la primera vez. Ya no podía escapar de sus ojos.
Esa noche Carolo descendió a sus profundos estados de baja autoestima y tristeza, a esos que está acostumbrado, pero esta vez dolía más.
Unos días después, viendo que la sensación de tristeza no menguaba, decidió pedir consejo a alguien y eligió llamar a María Elena, su nueva vecina.
Carolo sintió que con Maria Elena podía hablar de lo que quisiera y no se equivocaba, ella era puro amor, una mujer sin un solo prejuicio y siempre dispuesta a ayudar.
María Elena vivía con su hija adolescente, María Andrea, en una preciosa casa azul que había heredado de su abuela materna. Carolo nunca había conocido a nadie como ella, alguien que le inspirara tanta confianza casi sin haber cruzado palabra y que le hiciera perder el miedo a expresarse.
Le confesó que sentía que era poco para Margarita, sobre todo por su apariencia y que tenía un tremendo temor al rechazo. Le habló de su infancia, de su adolescencia, y de su propósito al mudarse a Newcrest. María Elena se convertiría, en aquel instante, en su confidente y amiga, lo quisiera o no, porque por primera vez Carolo estaba abriéndose por completo y mostrando sus heridas y deseos como si no existiera un mañana.
María Elena, con la delicadeza y amor que le caracterizaba, le aconsejó que trabajara primero en su estado de ánimo, proponiendole buscar un trabajo y actividades que llenen sus horas para no pensar demasiado. Cuando eso estuviera en marcha, ella se ocuparía de ver cómo podrían mejorar su apariencia para que se sienta más seguro.
—¡Prueba con Plumbumba y con la jardinería! —le gritó desde la vereda al irse a casa, y le dedicó una bella sonrisa, la mas bella y complaciente de todo el barrio.
Esa misma tarde, Carolo salió a pasear en busca de ideas para matar el tiempo y se topó con varias plantas cosechables... de regreso a casa decidió recoger algunos frutos para intentar comenzar su propio huerto siguiendo el consejo de María Elena. Aprovechó también a excavar algunos cúmulos extraños de rocas y tuvo la suerte de encontrar varias cosas que podría vender.
Luego hizo un poco de ejercicio para ver si era capaz, realmente no movía un músculo desde aquella vez que lo persiguió un perro enfurecido y no tuvo más opción.
Luego de sudar y agitarse como nunca, tomó un jugo de naranja refrescante, un yogur y decidió buscar un trabajo, como le había aconsejado María Elena.
¡Nada mejor que la risa para alivianar tristezas! ¡Carolo será humorista! ¿Dónde han visto cómicos bellos? ¡En ningún lado! Allí seguramente se sentiría aceptado.
Esa noche Carolo se fue a dormir temprano, se sintió cansado y satisfecho, pensar en otra cosa le había hecho bien... Pero al cerrar los ojos Margarita volvió... y también Santiago. ¿Qué planes tendrá ese rubio perfumado con Margarita? ¿Serán realmente sólo amigos?
La luna brilla fuerte en Newcrest, leves brisas nocturnas arrullan los nidos en los árboles y Carolo cae rendido de sueño en medio de la duda...
Vamos Carolo! Un chico con humor hace más que un musculoco!
ResponderBorrarCuando leí qur la vecina se llama María Elena, se me vino la imagen de la vecina de los Argentos, de Casados con hijos XD Muy buen comienzo para Carolo.
ResponderBorrarAjaja! es cierto! No me acordaba de eso! Esta Maria Elena por suerte no está tan loca, jajaja!
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