Capítulo 12
Viento en popa
Miércoles 10 de febrero, tarde en la noche
Querido diario:
Hoy fue mi primer día de trabajo con la compañía del teatro, y no podría estar más contenta.
Como primera buena noticia del día, recibí un llamado de mi jefe de la cafetería diciéndome que podía tomarme el día. Una de mis compañeras se ofreció a cubrirme y él estuvo de acuerdo.
La verdad, no esperaba eso de mi jefe. No es que sea un hombre insensible, nunca me ha tratado mal, pero es bastante exigente y protesta mucho cuando uno de sus empleados lo llama para decir que no se siente bien o que no puede faltar a un compromiso.
En fin… Aprovechando que tenía esas horas libres, me levanté y me hice un buen desayuno para enfrentar el día con energía. Luego me di una ducha súper relajante, para calmar los nervios.
Olvidaba contarte algo… Antes de levantarme (unos minutos después de recibir la llamada de mi jefe), oí que alguien golpeaba mi puerta. Me asusté y me levanté rápido, pensé que quizás había pasado algo grave… ¿por qué otro motivo alguien me visitaría a las 5 de la mañana…? Pero al asomarme a la escalera vi por la pequeña ventana de la puerta que era un hombre mayor que no conozco, vestido muy elegante y con semblante serio. Intento no tener prejuicios, mucho menos con las apariencias, pero la verdad es que me dio miedo atenderlo, así que me quedé allí, en silencio, esperando que se fuera.
Más tarde, luego de desayunar y ducharme, se me ocurrió revisar el correo por si me había dejado algo. No había nada personal, pero me llevé otra sorpresa: ¡encontré un cheque por regalías! ¡A alguien sí le habían gustado mis canciones!
Sobre aquel hombre serio frente a mi puerta… Pienso que tal vez he sido grosera al no atenderlo. Tal vez necesitaba algo y yo no fui de gran ayuda al ignorarlo.
En fin. La cuestión es que hoy fue mi primer día de trabajo como integrante de la Compañía de Actores y Músicos del Teatro Cenegal (a que suena bonito).
Cuando llegué me recibió Joaquín. Me dijo que me mostraría la otra parte del teatro, a la que solo tienen acceso los actores. Si bien ya había estado en los camerinos aquella vez que el cuidador me permitió pasar, no había subido las escaleras que vi tras el escenario, y resultó que eran esas las que llevaban a la zona reservada.
¡No sabes qué lujos! Con solo ver el lugar me di cuenta por qué la compañía respetaba y quería tanto al jefe. La abuela solía decir (y eran pocas las veces que decía malas palabras, pero cuando las usaba eran muy precisas) “Se atrapan más moscas con miel que con mierda”, y qué mejor ejemplo para eso que trabajar en el Teatro Cenegal. ¿Qué empleado podría tener quejas cuando lo tratan así?
¿Comida? La que quieras. ¿Algo de beber? A gusto y piaccere. ¿Baños? Impecables. Se nota que el jefe no escatima en gastos para mantener contentos a sus empleados. Ahora entiendo también su enojo con aquellos que no se han tomado el trabajo en serio.
Hoy mi tarea fue ayudar a los actores a ordenar los camerinos, ya que están comenzando a ensayar una nueva obra y era necesario separar el vestuario y los accesorios en uso de lo que se guardaría en depósito. También hicimos una lista de cosas que hacía falta comprar y me dijeron que sería yo la encargada de las compras por el momento. Ya me dieron la dirección del negocio al que siempre le hacen encargues y llamaron para avisar que mañana iría “la chica nueva”.
La verdad, fue un día estupendo. Me sentí muy bien recibida y muy acompañada en el proceso de aprendizaje. Además, luego del almuerzo nos tomamos un recreo y me pidieron que tocara algo en el piano, y recibí muchos halagos y ánimos para seguir practicando cuando Judit dijo que solo llevaba unos meses tocando. Estaban sorprendidos de que en tan poco tiempo haya podido aprenderme las canciones que interpreté.
Eso es todo lo que tengo que contarte sobre mi primer día de trabajo. La verdad es que está saliendo todo muy bien y no puedo más que pensar en un futuro feliz, lo cual también me preocupa un poco… Ya ves que la vida es como una montaña rusa: un día todo es fantástico y de pronto llega todo lo malo para recordarte que nada es para siempre; y luego vuelves a subir y así continuamente hasta que se termina tu turno. No quiero ser pesimista, pero tampoco me gusta vivir en un limbo de positivismo engañoso. No quiero más sorpresas en mi vida, quiero estar preparada para lo peor, por si acaso.
En fin… todavía no tengo sueño (supongo que estoy un poco eufórica), así que te contaré algunas cositas más.
Por ejemplo, quisiera contarte que Fígaro es un pez nuevo. ¡Se le nota que está mejor bajo mi cuidado! Aún me pregunto en qué estaba pensando su antiguo dueño cuando decidió comprarlo… pero bueno, al menos no lo arrojó al inodoro como hacen otros y hoy tiene una segunda oportunidad conmigo. Si vieras lo rápido que nada y las trompitas que me hace a través del vidrio. Pareciera entenderme cuando le pregunto cada día cómo está.
También quiero contarte que traje unas semillas de Selvadorada. Me han explicado allí mismo cómo plantarlas y cuidarlas, así que ya estoy en camino a tener mi propio frutal. Dicen por ahí que en la vida hay que hacer tres cosas: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. ¿No valdrá un diario en lugar de un libro?
Continuará...
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